La corona de navidad es un adorno común en nuestras casas y su presencia anuncia la cercanía de la Navidad. Particularmente, la corona de Adviento es una guirnalda verde, señal de vida y esperanza, decorada con una cinta roja, símbolo del amor de Dios que ha querido compartir nuestra condición humana, en la persona de Jesús. El uso del pino es simbólico: es un árbol que está siempre verde, e indica vida, esperanza. La guirnalda sostiene cuatro velas o velones, símbolos de los cuatro domingos de Adviento. La luz que cada una de esas velas emite simboliza el camino a recorrer en este tiempo particular. La luz, a su vez indica el sendero, disipa los temores, aclara el camino y favorece la comunión. Su origen se encuentra en Alemania. Allí, a partir del siglo XVI, comenzaron a confeccionarlas, entretejiendo ramas de pinos con cintas rojas e insertando velas.
Semana tras semana se enciende, progresivamente, una de las velas: una, el primer domingo; dos, el segundo… lo que indica el camino gradual hasta la plenitud de la manifestación que celebramos en esta fecha: Cristo, luz del mundo. Así, describimos las cuatro semanas litúrgicas utilizadas en la preparación para la Fiesta de la Encarnación. Un símbolo, además, elocuente, puesto que indica también el triunfo de la luz (vida) sobre las sombras (muerte) y que nos conecta con el mayor don recibido de Jesús: la vida eterna.
La Corona de Adviento tiene su origen en los hogares. Por eso, tiene por objeto facilitar la oración en familia durante el tiempo de Adviento y ayudarnos a comprender que la preparación para la venida de Jesús es progresiva y continua. Entendida la parroquia como casa común – hogar de los cristianos, también en este ambiente es un símbolo que ayuda a la oración y a hacer viva y activa nuestra espera.
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