La celebración del nacimiento del Señor tiene un origen lejano. Si bien es cierto que los Evangelios no señalan una fecha específica en la cual Jesús haya nacido, ésta ha sido enriquecida por la vivencia de los cristianos de las primeras generaciones quienes, desde las culturas de los pueblos que habitaban, fueron aportando a esta fiesta un especial colorido.
Surge espontánea la pregunta sobre la fecha exacta del nacimiento del Señor. Sobre esto no hay muchos datos en los Evangelios. Por otra parte, nada justifica propiamente las fechas que los cristianos –de antes y de ahora– hemos tomado para celebrar el acontecimiento la venida del “Emmanuel”, del “Dios con nosotros”. Se trata, más bien, de un consenso cultural, que se ha ido formando con el paso de los siglos. Pero este origen no las desacredita. Al contrario, le dan un carácter de solidez, porque se trata de una apropiación total, aunque limitada, de la persona de Jesucristo.
Estas fechas tienen un carácter memorial, es decir: hacen presente y actual un acontecimiento extraordinario, más allá de límites de espacio y tiempo, y responden a la necesidad conmemorativa que, como humanos, tenemos. Una celebración, por demás, que nos remite al origen de la vida del hombre: la encarnación del Hijo de Dios que, en Jesús, ha querido ser semejante a nosotros y compartir nuestra condición.
Para reflexionar
a. ¿Qué elementos de tu región, estado o pueblo enriquecen, en la actualidad, la celebración de la Navidad?
b. ¿De qué forma has enriquecido la vivencia navideña en tu hogar?
Los primeros cristianos, habitantes de Palestina, veneraban la gruta donde Jesús nació, en Belén. La zona, en el año 135, fue confiscada a los cristianos y por disposiciones del Emperador Adriano se implantó allí un culto pagano. Sin embargo, en el siglo III la gruta fue restituida a los cristianos.
En el año 326 se construyó, por iniciativa de Santa Elena, la Basílica de la Natividad. Exactamente sobre la gruta de Belén. En ella se celebran vigilias muy solemnes, para festejar la Navidad, hacia los primeros días de enero. Esta vivencia navideña, poco a poco, fue asumida por otras culturas.
Mientras tanto, los cristianos romanos comenzaron a celebrar el nacimiento del Señor en una fecha muy popular en su ambiente: la fiesta cívico – religiosa del “Sol Invicto”, el 25 de diciembre. Ésta celebraba la victoria del sol sobre las tinieblas, al inicio de la estación invernal, en el hemisferio norte. Los cristianos proclaman a Jesús verdadero “Sol de Justicia, que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte…” y “Luz para alumbrar a las naciones…”. Por ello, para la comunidad cristiana de Roma fue sencillo asumir y reinterpretar esta fiesta pagana, aplicando al nacimiento de Jesucristo el sentido simbólico del nacimiento del sol en el solsticio de invierno.
Poco a poco, esta fiesta se extendió a todos los cristianos de Occidente. Hacia finales del siglo IV las iglesias del norte de África también la asumieron como propia. Posteriormente, el oriente cristiano enriqueció su celebración navideña incorporándola como Fiesta del Nacimiento del Señor, gracias también, al influjo de la autoridad de la Iglesia romana.
Surge espontánea la pregunta sobre la fecha exacta del nacimiento del Señor. Sobre esto no hay muchos datos en los Evangelios. Por otra parte, nada justifica propiamente las fechas que los cristianos –de antes y de ahora– hemos tomado para celebrar el acontecimiento la venida del “Emmanuel”, del “Dios con nosotros”. Se trata, más bien, de un consenso cultural, que se ha ido formando con el paso de los siglos. Pero este origen no las desacredita. Al contrario, le dan un carácter de solidez, porque se trata de una apropiación total, aunque limitada, de la persona de Jesucristo.
Estas fechas tienen un carácter memorial, es decir: hacen presente y actual un acontecimiento extraordinario, más allá de límites de espacio y tiempo, y responden a la necesidad conmemorativa que, como humanos, tenemos. Una celebración, por demás, que nos remite al origen de la vida del hombre: la encarnación del Hijo de Dios que, en Jesús, ha querido ser semejante a nosotros y compartir nuestra condición.
Para reflexionar
a. ¿Qué elementos de tu región, estado o pueblo enriquecen, en la actualidad, la celebración de la Navidad?
b. ¿De qué forma has enriquecido la vivencia navideña en tu hogar?
Fuente: Preparemos la fiesta, Adviento y navidad. Editorial Paulinas.
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