Que los jóvenes descubran su propio valor es a veces una tarea complicada y, por supuesto, no basta una charla, o una dinámica. Es todo un proceso de asimilación en el que entran muchos factores: principalmente el ambiente familiar, además del escolar y social, entre otras cosas.
Sin embargo, en los encuentros que podemos mantener continuidad con los jóvenes, debemos tener como uno de los objetivos principales el reforzar de manera positiva su autoestima y que ellos puedan descubrir el valor de cada persona, para sí misma y para los demás, sin perder su propia personalidad, pues Dios concede dones diferentes a cada uno y estos deben ser compartidos.
En esta ocasión tomamos una historia que puede ayudar a la reflexión personal y grupal. En las próximas entregas compartiremos dinámicas que refuercen el tema que hoy tratamos.
La historia dice así:
“En la isla llamada Ivama, todas las personas que llegaban recibían un don para trabajar: ciencia, fortaleza, inteligencia, caridad, sabiduría, piedad, consejo… En aquella isla no había hambre, paro, tristeza, pues todos tenían una actividad con la cual podían sobrevivir y compartir. Después de muchos años llegó a la isla un grupo de personas que, al recibir sus dones, decidieron crear un movimiento que resaltara la superioridad de sus pequeños dones.Eso generó conflictos entre todos.
Aquel que tenía el don de la fortaleza se creía más poderoso que los demás e ignoraba al que tenía el don de la inteligencia.
Éste, a su vez, por poseer el don de inteligencia, ignoraba al que tenía el don del consejo, pues la inteligencia le permitía pensar en muchas cosas sin necesidad de consejos.
De esta forma, en Ivama, empezó a existir mucha discordia, paro y tristeza. La isla dejó de tener su atractivo. Entonces algunas personas con el don de caridad cayeron en la cuenta que durante el tiempo en que no existieron divisiones y disputas, cada uno ejercía y aceptaba su don y todo era mejor, más pacífico. Iniciaron una campaña con el objetivo de terminar con las disputas, ayudando para que las personas pudieran unirse, porque todos los dones eran necesarios. Quien tiene el don de fortaleza es fuerte, pero necesita de inteligencia; quien es inteligente necesita de consejo, así como éste se basa en la sabiduría, que a su vez carece de la ciencia, la cual está unida a la caridad. De esta forma, todos comprendieron, que cada uno era importante y que nadie lo consigue todo sólo por sí mismo."
Ahora reflexionemos juntos: Cada ser es único y, a la vez, ninguno puede vivir sin el otro. Es necesario que sepamos reconocer nuestras cualidades, es necesario sentir que cada uno tenemos nuestro propio espacio valioso en esta vida porque todo, absolutamente todo, es regalo del Señor. Sin embargo, por buenas que sean nuestras cualidades, nuestros dones, siempre necesitaremos unirlos a los dones de los demás. ¿Cuál es mi situación personal? ¿Reconozco mis dones y mis límites con sinceridad y humildad? ¿Cuál es mi mejor don? ¿Qué valoro en mí más que el oro? ¿Y en los otros? ¿Cómo puedo ayudar, con mis talentos, a mejorar mi entorno?
Sin embargo, en los encuentros que podemos mantener continuidad con los jóvenes, debemos tener como uno de los objetivos principales el reforzar de manera positiva su autoestima y que ellos puedan descubrir el valor de cada persona, para sí misma y para los demás, sin perder su propia personalidad, pues Dios concede dones diferentes a cada uno y estos deben ser compartidos.
En esta ocasión tomamos una historia que puede ayudar a la reflexión personal y grupal. En las próximas entregas compartiremos dinámicas que refuercen el tema que hoy tratamos.
La historia dice así:
“En la isla llamada Ivama, todas las personas que llegaban recibían un don para trabajar: ciencia, fortaleza, inteligencia, caridad, sabiduría, piedad, consejo… En aquella isla no había hambre, paro, tristeza, pues todos tenían una actividad con la cual podían sobrevivir y compartir. Después de muchos años llegó a la isla un grupo de personas que, al recibir sus dones, decidieron crear un movimiento que resaltara la superioridad de sus pequeños dones.Eso generó conflictos entre todos.
Aquel que tenía el don de la fortaleza se creía más poderoso que los demás e ignoraba al que tenía el don de la inteligencia.
Éste, a su vez, por poseer el don de inteligencia, ignoraba al que tenía el don del consejo, pues la inteligencia le permitía pensar en muchas cosas sin necesidad de consejos.
De esta forma, en Ivama, empezó a existir mucha discordia, paro y tristeza. La isla dejó de tener su atractivo. Entonces algunas personas con el don de caridad cayeron en la cuenta que durante el tiempo en que no existieron divisiones y disputas, cada uno ejercía y aceptaba su don y todo era mejor, más pacífico. Iniciaron una campaña con el objetivo de terminar con las disputas, ayudando para que las personas pudieran unirse, porque todos los dones eran necesarios. Quien tiene el don de fortaleza es fuerte, pero necesita de inteligencia; quien es inteligente necesita de consejo, así como éste se basa en la sabiduría, que a su vez carece de la ciencia, la cual está unida a la caridad. De esta forma, todos comprendieron, que cada uno era importante y que nadie lo consigue todo sólo por sí mismo."
Ahora reflexionemos juntos: Cada ser es único y, a la vez, ninguno puede vivir sin el otro. Es necesario que sepamos reconocer nuestras cualidades, es necesario sentir que cada uno tenemos nuestro propio espacio valioso en esta vida porque todo, absolutamente todo, es regalo del Señor. Sin embargo, por buenas que sean nuestras cualidades, nuestros dones, siempre necesitaremos unirlos a los dones de los demás. ¿Cuál es mi situación personal? ¿Reconozco mis dones y mis límites con sinceridad y humildad? ¿Cuál es mi mejor don? ¿Qué valoro en mí más que el oro? ¿Y en los otros? ¿Cómo puedo ayudar, con mis talentos, a mejorar mi entorno?
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