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Concilio de Jerusalén

Algunos han contado que Bernabé y yo fuimos encargados de llevar a Jerusalén el dinero de la colecta que se hizo en Antioquía para remediar el hambre de los hermanos de Judea, en señal de solidaridad entre las dos Iglesias. Pero en realidad nuestro viaje a Jerusalén tuvo como motivo y objetivo afrontar el problema de la acogida en la Iglesia cristiana de los paganos convertidos. Podemos fechar esta mi segunda visita a Jerusalén entre los años 49 y 50. Aunque la cita va a resultar un poco larga, te voy a copiar como explica el Libro de los Hechos de los Apóstoles este problema:
Por aquel tiempo, algunos nuevos cristianos que habían ido a Judea a Antioquía comenzaron a enseñar a los hermanos procedentes del paganismo que no podían salvarse si no se sometían al rito de la circuncisión, conforme a la práctica establecida por Moisés..

Pablo y Bernabé tuvieron una fuerte discusión con ellos, y por fin Pablo, Bernabé y algunos otros se fueron nombrados para ir a Jerusalén a tratar este asunto con los Apóstoles y los ancianos de la Iglesia de aquella ciudad.
Enviados, pues, por la Iglesia de Antioquía, al pasar por las regiones de Fenicia y Samaria contaron cómo los no-judíos habían dejado sus antiguas creencias para seguir a Dios. Y todos los hermanos se alegraron mucho con estas noticias.
Cuando Pablo y Bernabé llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la comunidad, los Apóstoles y los ancianos, y contaron todo lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos fariseos que habían creído en Jesús, se levantaron y dijeron:
-Es necesario circuncidar a los creyentes que no son judíos, y mandarles que cumplan la ley de Moisés
Se reunieron entonces los Apóstoles y los ancianos para estudiar este asunto. Después de mucho discutir, Pedro se levantó y les dijo:

-Hermanos, ustedes saben que hace tiempo Dios me escogió de entre ustedes para anunciar la Buena Noticia (el Evangelio) a los no-judíos, para que ellos crean. Y Dios, que conoce los corazones, mostró que los aceptaba, pues les dio el Espíritu Santo a ellos lo mismo que a nosotros. Dios no ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros, pues también ha purificado sus corazones por medio de la fe. Ahora pues, ¿por qué desafían ustedes a Dios imponiendo sobre estos nuevos creyentes una carga que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido llevar?
Al contrario, nosotros creemos que somos salvados gratuitamente por la bondad del Señor Jesús, lo mismo que ellos.
Todos se callaron y escucharon mientras Bernabé y Pablo hablaban de las señales y milagros que Dios había hecho por medio de ellos entre los no-judíos. Cuando terminaron de hablar, Santiago dijo:

-Hermanos, óiganme: Pedro nos ha contado cómo Dios favoreció por primera vez a los no-judíos, escogiendo también de entre ellos un pueblo para Él. Esto está de acuerdo con lo que escribieron los profetas… Considero, por lo tanto, que no se les debe imponer cargas innecesarias a aquellos que, no siendo judíos, dejan sus antiguas creencias para seguir a Dios. Basta con escribirles que se aparten de todo lo que haya sido contaminado por los ídolos, que eviten las formas de matrimonio prohibidas, y que no coman carne de animales estrangulados o ahogados, ni tampoco la sangre.

Fíjate muy bien. Pienso yo, Pablo, que este fue un momento decisivo para el futuro de la Iglesia cristiana, porque supuso la ruptura del cristianismo con el judaísmo. Recuerda que Jesús y María nacieron en el judaísmo y lo practicaron. Pedro, Santiago y todos los Apóstoles, también. Recuerda que la primera parte de nuestra Biblia, el llamado Antiguo Testamento, es el mismo que todavía veneran los judíos hoy como Palabra de Dios. Pero la diferencia radical está en que ellos no consideran a Jesús como el Mesías, el Dios hecho hombre, encarnado, sino simplemente como otro más de los profetas. Por lo tanto, siguen esperando la venida del Mesías prometido por Dios
Esta reunión solemne en la que Pedro y Santiago declararon que la ley de Moisés no obligaba a los cristianos, recibió el nombre de Concilio de Jerusalén. ¿Y qué pasó después? Que los hermanos de Jerusalén escogieron a algunos de entre ellos (Barsabá y Silas) y los enviaron a Antioquía, junto con Bernabé y conmigo. Nos dieron una carta para los no-judíos de allá, en la que les explicaban el resultado de la reunión. Cuando se la leíamos, se alegraron mucho.



Tomado del libro: "San Pablo, Viajante por amor"; Paulinas-Venezuela.Colección Humanidad 4; P. Manuel Rodriguez Espejo, Sch. P

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