Ir al contenido principal

Primer Viaje Misionero


Fíjate bien: después de tener que salir a la ligera de Jerusalén para evitar que me mataran los judíos intransigentes, y tras un breve periodo en Cesarea y Tarso, fui a las regiones de Siria y Cilicia, donde prediqué durante catorce años.
Para que no te hagas un lío, recurre otra vez al atlas o a una biblia de esas que tienen láminas con mis viajes, y yo te ayudaré con las fechas. Veamos: mi experiencia del camino de Damasco fue el año 34 después de Cristo. ¿Estás ya situado? Mi primera visita a Jerusalén, el 36. El primer viaje, en el que visité Chipre, Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe duró hasta el año 48- siempre después de Cristo-.
En Antioquia, la metrópoli de Siria y centro estratégico para las comunicaciones entre Occidente y el cercano Oriente, existía la primera comunidad cristiana mixta, formada por judíos y paganos que acogieron el Evangelio.
Se trataba de un cambio decisivo que marcaría el futuro de la Iglesia de Jesús, pues aquí se anunció por primera vez el Evangelio del Señor a los paganos, es decir a los no-judíos.

De Antioquía a Chipre
En la joven comunidad cristiana de Antioquía había maestros y profetas (Bernabé, Simón el Moreno, Lucio, Manaén…) Cuando yo me incorporé, ocurrió que cierto día, mientras estábamos celebrando el culto al Señor, sentimos que el Espíritu Santo pedía a la comunidad que Bernabé y yo fuésemos enviados a predicar a Chipre. Los hermanos oraron y ayunaron durante varias jornadas. Después nos impusieron las manos, como señal de envío misionero, y nos despidieron.
La imposición de las manos es un gesto que expresa de un modo visible no solo la invocación de los dones de Dios sobre quien recibe la imposición, sino también la confirmación de su misión y participación en la obra del Señor.
Chipre es la mayor isla del Mediterráneo oriental. Tiene unos 225 kilómetros de largo y unos 96 de ancho. Cuando los hermanos nos despidieron, nos dirigimos al puerto de Seleucia, acompañados de Juan Marcos, originario de Jerusalén.

Desembarcamos en Salamina, el puerto oriental y segunda ciudad de Chipre. Allí había varias sinagogas, donde predicamos. Nos detuvimos poco en esta ciudad, porque nuestra meta era la capital de la isla. Atravesamos toda la isla. Ya ni recuerdo cuánto tiempo tardamos en llegar a Pafos. Pero lo que no he podido olvidar es que la primera persona que encontramos fue un tal Bar-Jesús, un mago y falso profeta, que estaba al servicio del Gobernador de la isla.
Un día que el Gobernador nos llamó, con deseos de escuchar la Palabra de Dios, tuve un enfrentamiento furioso con Bar-Jesús, que trataba de impedir que el Gobernador se convirtiera. Lleno del Espíritu Santo, lo miré fijamente y, sin poder contenerme, le grité:
-¡Mentiroso, malvado, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno! ¿Por qué no dejas de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora el Señor te va a castigar: vas a quedar ciego y por algún tiempo no podrás ver la luz del sol. Inmediatamente quedó en total oscuridad, y buscaba que alguien lo llevara de la mano porque estaba ciego. Al ver esto, el Gobernador creyó, admirado de nuestra enseñanza acerca del Señor Jesús y su poder.

Tomado del libro: "San Pablo, Viajante por amor"; Paulinas-Venezuela.Colección Humanidad 4; P. Manuel Rodriguez Espejo, Sch. P.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

San Pablo. De Arabia a Damasco y de Jesusalén a Antioquía

De Arabia a Damasco: “Pablo se fue a Arabia. ¿Es la Arabia que actualmente conocemos? La palabra Arabia designaba en aquel entonces a todos los territorios situados al este del Jordán, estos territorios estaban sometidos a la autoridad romana. Allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina del cristianismo. Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Jesús y de su doctrina. De Jerusalén a Antioquía: Pablo decide ir a Jerusalén para conocer a Pedro. Imaginemos Pedro y Pablo de frente ¡Cuantas cosas hablarían! ¡Cómo sería la confrontación de sus experiencias y los deseos de Pablo de conocer mejor las palabras de Jesús de Nazareth! Llegó a Jerusalén y allá se puso tambié

Tener fe

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros. Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón.

EL QUE NO TRABAJA QUE NO COMA ...

«El que no quiera trabajar que no coma » (2 Tes 3,10), dice san Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga...», y mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz. El trabajo será también tu baluarte. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amor­tigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pe­cados del mundo con Cristo trabajador, creando gra­cia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud y comido vorazmente por ella. Así es como el trabajo cristiano,