Después de lo ocurrido en Damasco y una vez que recobré la vista recibí el encargo del Señor mediante Ananías al cual me dijo que Dios me había escogido para ser testigo ante todo el mundo y contar lo que había visto y oído.
Yo iba de sobresalto en sobresalto. No sabría decirte qué me produjo más impresión: si la luz que me cegó y tiró del caballo, las palabras de Jesús o de este mensaje que me acababa de comunicar Ananías. Como buen judío, conocía que Dios había hablado a Moisés y muchos de los profetas. ¡Pero, chico, es distinto que te hable a ti! Conocía también que Jesús de Nazaret había dado la vista a un ciego de nacimiento, porque se supo por toda Palestina. ¡Pero que a mí, el perseguidor de los discípulos de Jesús, me hubiera escogido para ser testigo suyo ante todo el mundo, eso era demasiado!
No acabaron aquí las sorpresas. Cuando regresé a Jerusalén fui al templo a orar, y tuve una visión. Vi al Señor, que me dijo:
Date prisa, sal rápidamente de Jerusalén, porque no van a hacer caso de lo que cuentas de mí.
Yo le dije:
Señor, ellos saben que yo iba por todas las sinagogas y llevaba a la cárcel a los que creían en ti, y que los golpeaba, y que cuando mataron a tu discípulo Esteban, que daba testimonio de ti, yo mismo estaba allí, aprobando que lo mataran, e incluso cuidé la ropa de quienes lo mataron.
Pero el Señor continuó:
Ponte en camino, que voy a mandarte a naciones lejanas, a sus gobernantes, y al pueblo de Israel.
Hoy día ustedes se han aflojado bastante en la fe y esto de visiones y audiciones de la Palabra de Dios les puede parecer muy extraño, pero créeme que Dios sigue comunicándose. Todo es cuestión de intimar con él. ¿Te gustaría tener una visión de Dios o escuchar su voz? No te preocupes si no se te da, porque al fin y al cabo lo importante no son estos fenómenos extraordinarios, sino entregarte al Señor.
Más de una vez di testimonio de lo que hice contra los cristianos antes de mi conversión:
Yo perseguí a muerte el camino cristiano, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres. Y de ello pueden dar testimonio el mismo Sumo sacerdote y todos los miembros del consejo judío…Mi furia contra los discípulos de Jesús llegó a tal extremo, que los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pero con la misma sencillez y verdad, repetí también muchas veces que no fui desobediente a la visión celestialPor el contrario, fue predicando a los habitantes de Damasco, de Jerusalén, de todo el territorio de Judea y a los paganos, invitándoles a que se convirtieran a la fe verdadera en Cristo Jesús. Y consté que este comportamiento, esta obediencia al encargo que había recibido de Jesús, me costó muchos malos ratos e incontables sufrimientos. Seguir a Jesús no es fácil, pero ¡es maravilloso!
Si tú lo pruebas, lo podrás comprobar. En Antioquía, en Iconio, en Listra… padecí persecuciones y pruebas. ¡Cuántas persecuciones he sufrido y de todas me ha librado el Señor! Todos los que quieran llevar una vida digna de Jesucristo, sufrirán persecuciones.
Tomado del libro: "San Pablo, Viajante por amor"; Paulinas-Venezuela.Colección Humanidad 4; P. Manuel Rodriguez Espejo, Sch. P.
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