Ir al contenido principal

Dios elige a Pablo ser Apóstol


Después de lo ocurrido en Damasco y una vez que recobré la vista recibí el encargo del Señor mediante Ananías al cual me dijo que Dios me había escogido para ser testigo ante todo el mundo y contar lo que había visto y oído.

Yo iba de sobresalto en sobresalto. No sabría decirte qué me produjo más impresión: si la luz que me cegó y tiró del caballo, las palabras de Jesús o de este mensaje que me acababa de comunicar Ananías. Como buen judío, conocía que Dios había hablado a Moisés y muchos de los profetas. ¡Pero, chico, es distinto que te hable a ti! Conocía también que Jesús de Nazaret había dado la vista a un ciego de nacimiento, porque se supo por toda Palestina. ¡Pero que a mí, el perseguidor de los discípulos de Jesús, me hubiera escogido para ser testigo suyo ante todo el mundo, eso era demasiado!
No acabaron aquí las sorpresas. Cuando regresé a Jerusalén fui al templo a orar, y tuve una visión. Vi al Señor, que me dijo:
Date prisa, sal rápidamente de Jerusalén, porque no van a hacer caso de lo que cuentas de mí.
Yo le dije:
Señor, ellos saben que yo iba por todas las sinagogas y llevaba a la cárcel a los que creían en ti, y que los golpeaba, y que cuando mataron a tu discípulo Esteban, que daba testimonio de ti, yo mismo estaba allí, aprobando que lo mataran, e incluso cuidé la ropa de quienes lo mataron.
Pero el Señor continuó:

Ponte en camino, que voy a mandarte a naciones lejanas, a sus gobernantes, y al pueblo de Israel.
Hoy día ustedes se han aflojado bastante en la fe y esto de visiones y audiciones de la Palabra de Dios les puede parecer muy extraño, pero créeme que Dios sigue comunicándose. Todo es cuestión de intimar con él. ¿Te gustaría tener una visión de Dios o escuchar su voz? No te preocupes si no se te da, porque al fin y al cabo lo importante no son estos fenómenos extraordinarios, sino entregarte al Señor.
Más de una vez di testimonio de lo que hice contra los cristianos antes de mi conversión:

Yo perseguí a muerte el camino cristiano, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres. Y de ello pueden dar testimonio el mismo Sumo sacerdote y todos los miembros del consejo judío…Mi furia contra los discípulos de Jesús llegó a tal extremo, que los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pero con la misma sencillez y verdad, repetí también muchas veces que no fui desobediente a la visión celestialPor el contrario, fue predicando a los habitantes de Damasco, de Jerusalén, de todo el territorio de Judea y a los paganos, invitándoles a que se convirtieran a la fe verdadera en Cristo Jesús. Y consté que este comportamiento, esta obediencia al encargo que había recibido de Jesús, me costó muchos malos ratos e incontables sufrimientos. Seguir a Jesús no es fácil, pero ¡es maravilloso!

Si tú lo pruebas, lo podrás comprobar. En Antioquía, en Iconio, en Listra… padecí persecuciones y pruebas. ¡Cuántas persecuciones he sufrido y de todas me ha librado el Señor! Todos los que quieran llevar una vida digna de Jesucristo, sufrirán persecuciones.


Tomado del libro: "San Pablo, Viajante por amor"; Paulinas-Venezuela.Colección Humanidad 4; P. Manuel Rodriguez Espejo, Sch. P.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

San Pablo. De Arabia a Damasco y de Jesusalén a Antioquía

De Arabia a Damasco: “Pablo se fue a Arabia. ¿Es la Arabia que actualmente conocemos? La palabra Arabia designaba en aquel entonces a todos los territorios situados al este del Jordán, estos territorios estaban sometidos a la autoridad romana. Allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina del cristianismo. Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Jesús y de su doctrina. De Jerusalén a Antioquía: Pablo decide ir a Jerusalén para conocer a Pedro. Imaginemos Pedro y Pablo de frente ¡Cuantas cosas hablarían! ¡Cómo sería la confrontación de sus experiencias y los deseos de Pablo de conocer mejor las palabras de Jesús de Nazareth! Llegó a Jerusalén y allá se puso tambié

Tener fe

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros. Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón.

EL QUE NO TRABAJA QUE NO COMA ...

«El que no quiera trabajar que no coma » (2 Tes 3,10), dice san Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga...», y mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz. El trabajo será también tu baluarte. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amor­tigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pe­cados del mundo con Cristo trabajador, creando gra­cia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud y comido vorazmente por ella. Así es como el trabajo cristiano,