¿Cuál es la luz que proviene del monte de la transfiguración? Tratemos de escrutar el sendero que Jesús está abriendo silenciosamente desde el desierto de la prueba al monte de la divina Presencia. Es interesante notar que en el primer domingo de Cuaresma el protagonista de la iniciativa de conducir a Jesús a la prueba de las tentaciones es el Espíritu. Ahora, es Jesús quien toma la iniciativa de “llevar” a sus discípulos frente a la zarza ardiente del misterio de Dios. El verbo “llevar” (anapherō: llevar en alto, ofrecer), usado por el evangelista Mateo, sugiere también la idea de ofrecimiento agradecido. Jesús quiere enseñarnos que todo es don, por esto ora y ofrece al Padre la vida de sus discípulos: «Yo te ruego por los que tú me has dado, porque te pertenecen» (Jn 17,9). Es justo este ofrecimiento que revela el corazón libre del Maestro, que no tiene miedo de iluminar el mundo con la fuerza transfiguradora de un amor sin precedentes. El anuncio de la inminente pasión antes de la subida al monte ignorado y la insistencia sobre la importancia de perder la vida para poderla reencontrar, cierto, no ha consolado el miedo de los discípulos, naturalmente más inclinados a salvar la piel que a arriesgar la vida.
Pedro, Santiago y Juan están llamados a atravesar la prueba de pasar del propio modo de pensar al de Dios. Este nuevo éxodo es un peregrinar desde la llanura baja de las perspectivas humanas al monte alto de los puntos de vista de Dios. Sólo quien tiene la valentía y la confianza de dejarse conducir por Jesús puede contemplar el “Rostro” más luminoso del sol. La voz del Padre, que desde la nube llega a los discípulos de todos los tiempos, anuncia que Jesús muestra toda su fascinante belleza sólo a quien escucha fielmente su Palabra en toda su alteridad, aún cuando esta Palabra nos lleva a abrazar los senderos incomprensibles de la cruz.
En la montaña Jesús ofrece al Padre el amor de quien responde al Evangelio con generosidad, fruto de la Palabra acogida, y se ofrece como Palabra definitiva sobre el mundo. Una Palabra que tiene el poder de salvar y de transfigurar a todo hombre que escucha.
Oración
Oh Padre, concédenos un corazón capaz de escuchar
tu Palabra. que en Jesús se transforma en
vida partida y ofrecida por el mundo.
Haz que, en la escucha cotidiana de tu voz,
podamos ser transfigurados por la luz
de la infinita Belleza que resplandece
en el rostro de Cristo, tu Hijo. Amén.
Oh Padre, concédenos un corazón capaz de escuchar
tu Palabra. que en Jesús se transforma en
vida partida y ofrecida por el mundo.
Haz que, en la escucha cotidiana de tu voz,
podamos ser transfigurados por la luz
de la infinita Belleza que resplandece
en el rostro de Cristo, tu Hijo. Amén.
Fuente: http://www.paoline.org/
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