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SI NO SE CONVIERTEN... (Lc 13,1-9)




En un viaje a Jerusalén, las noticias
abundan, como en todas las capitales…
Aunque no había periódicos…, las noticias
se propagaban rápidamente de
boca a oído, sobre todo ´´los sucesos´´,
las malas noticias.
Como hoy, asesinatos, catástrofes naturales...
Siempre tenemos la mala costumbre
de buscar responsabilidades.
¿Eran culpables aquellos dieciocho? ¿De
qué? Muchos son culpables de encontrarse
en el mal momento en un lugar
inadecuado. ¿Qué forma de culpabilidad
es esa? ¿Qué culpabilidad tienen miles
y miles de niños abortados cada año en
nuestro país, miles y miles de seres indefensos
que son así tristemente asesinados
antes de nacer? Otros niños que
son explotados en un trabajo de esclavitud,
o sexualmente, o como niños soldados…
¿De qué son culpables? De vivir en
países en crisis, o en “otro mundo”? ¿De
qué son culpables, de qué?
Otros son simplemente asesinados por
ser cristianos, como Monseñor Romero,
o como nuestros mártires de España, o
como Miguel Ángel, Julio, Fernando o
Servando… Y tantos y tantos más. Esos
sí que son culpables de ser firmes y coherentes
hasta el final.
Y el Señor, que se ocupa de su higuera,
se niega a cortarla; la abona, la trabaja
con ahínco para que dé más fruto, gratuitamente,
como toda su gracia…


Oración final

Señor, abre nuestros ojos, purifica nuestra
mente, convierte nuestros corazones,
para que podamos ver sin prejuicio,
amar sin esperar recompensa y ayudar
desde tu misma gratuidad.
Que con el barro de nuestra debilidad y
pequeñez puedas, Señor, realizar tu Reino
en este mundo de dolor, de miseria y
de injusticia. Abre nuestros ojos y permítenos
ver y actuar como Tú.
Amén

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