¡Oh piadosa y amante Pastora! De las almas dulcísimo amor: Oye el himno que cantan, Señora, Los que te aman con tanto fervor.
Tú eres, Madre, divino consuelo Del que lleva en el alma pesar; Tú le ofreces las llaves del Cielo Al que siempre te sabe alabar.
A tu influjo, Pastora celeste, Para siempre de aquí se alejó La horrorosa y mortífera peste Que este pueblo infeliz desoló.
Dadnos Virgen la paz que anhelamos Y con ella la dicha eternal Como siempre nosotros te amamos, Dulce madre de todo mortal.
Tú eres, Madre, divino consuelo Del que lleva en el alma pesar; Tú le ofreces las llaves del Cielo Al que siempre te sabe alabar.
Flores puras, lozanas y bellas Su exquisita fragancia te dan: Y al redor de tu trono de estrellas Los querubes cantándote están.
A tu influjo, Pastora celeste, Para siempre de aquí se alejó La horrorosa y mortífera peste Que este pueblo infeliz desoló.
Dadnos Virgen la paz que anhelamos Y con ella la dicha eternal Como siempre nosotros te amamos, Dulce madre de todo mortal.
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