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La cruz


En ese trato muy fraternal con sus colaboradores, hemos descubierto otra dimensión de sus valores humanos. ¡Ojalá nosotros los evangelizadores del siglo XXI, supiéramos aprender de su magistral lección en cuanto a relaciones humanas con los colaboradores y saberlos involucarar de lleno en nuestras actividades apostólicas.
Y ahora le invito a hablarnos de otro tema fuerte de su vida en Cristo: la Cruz, un ingrendiente muy común en nuestro menú diario.
De acuerdo a la lógica del Evangelio usted considera la cruz como un valor en contraste con la lógica humana que la rechaza, hasta el punto de que algunos de sus biógrafos hablan de su locura por la Cruz de Cristo.
¿Qué opina de esa apreciación de sus biógrafos?


En verdad, yo prediqué con “locura” la Cruz de Cristo. Efectivamente Cristo me envió a proclamar el Evangelio, no con los discursos sofisticados de la elocuencia humana. En tal caso la Cruz de Cristo ya no tendría sentido. Porque el lenguaje de la Cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es poder de Dios. (1Co 1,17-18)

Mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan el saber, nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: escándalo para los judíos, y para los griegos locura. Pero para los que Dios ha llamado, judíos y griegos, este Mesías es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. (1Co 1,22-24). Con la llamada de Dios hemos sido elegidos para vivir y anunciar al mundo esa elección de Amor.

Definitivamente la “locura” de la Cruz con la muerte y resurrección de Cristo se puede entender sólo con la lógica del Amor. Y su vida nueva comenzó con el gran acontecimiento del encuentro de Cristo resucitado. ¿Nos podría hablar de este aspecto que ha sido como el caballo de batalla de su predicación?

¡Sí como no! De acuerdo al plan de Redención y siguiendo la lógica del Amor; con Cristo muerto y resucitado se construye la nueva humanidad, tal como lo manifesté a los hermanos filipenses: “Tengan unos con otros las mismas disposiciones que tuvo Cristo Jesús, quien, existiendo en forma de Dios, se anonadó, tomando la forma de siervo, y en condición de hombre, se humilló, hecho obediente hasta la Cruz, por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y en toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre. (Fil 2,5-11).
“Por lo tanto, hermanos, echen fuera la vieja levadura para ser mansa nueva, pues si Cristo es para nosotros la víctima pascual, celebren la fiesta con el pan sin levadura, que es la pureza y sinceridad. (2Co 5,8).

Tomado de: Entrevista. Los valores de Pablo de Tarso. Para nuevos líderes

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