¿Te acuerdas que te conté que estuve en el martirio de Esteban, el primer cristiano que dio su vida por no renegar de la fe en Cristo Jesús? Yo guardaba las ropas de los que le apedrearon hasta hacerlo morir. Y aprobé aquel asesinato, porque mi fe judía-farisea así me lo hacía entender: los partidarios de Jesús eran un peligro para el Judaísmo.
Pues bien, cuando crecí me hice oficialmente perseguidor de los cristianos, hasta el punto de que Lucas, el autor de uno de los cuatro evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, escribió esto de mí:
-Saulo, por su parte, perseguía con furor a la Iglesia, entraba en las casas, se llevaba por la fuerza a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel.
Y así era. ¿Tú has oído ese dicho “Dios escribe derecho con renglones torcidos” ¿No? ¿Y este otro: “No hay mal que por bien no venga”? En resumen, que esto fue lo que ocurrió:
Gracias a la persecución que se levantó contra los cristianos de Jerusalén, en la que yo tomé parte, muchos de los primeros cristianos huyeron a otras ciudades y llevaron con ellos la fe en Cristo Resucitado… y yo, el fiero perseguidor, terminé no solo creyendo en Jesús, sino convertido en el gran apóstol de gentiles. Gentiles era el nombre que se le daba a los que no eran judíos. Tú según esto, eres gentil.
¿Cómo sucedió el cambio tan radical? Te cuento: en una segunda fase de la persecución judía contra los primeros cristianos yo, Saulo, pedí autorización para extender mi acción persecutoria fuera de Jerusalén, a fin de que no se quedaran sin castigo los que habían abandonado la ciudad santa. Y cuando me dirigía a Damasco, con ánimo de traer encadenados a Jerusalén a los creyentes que allí hubiera, ocurrió lo inesperado. Ya estaba a mitad de camino, cerquita de Damasco. Era mediodía. Una fuerte luz del cielo brilló de repente a mi alrededor, caí del caballo al suelo. Y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?
Pregunté:
-¿Quién eres, Señor?
Y la voz me contestó:
-Yo soy Jesús de Nazaret, el mismo a quien tú estás persiguiendo."
Los que iban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo, asombrado, dije:
-¿Qué debo hacer, Señor?
Y el Señor me dijo:
-Levántate y sigue tu viaje a Damasco. Allí se te dirá todo lo que debes hacer.
Como el brillo de la luz me dejó ciego, mis compañeros me llevaron de mano a Damasco.
¡Así de sencillo y así de extraordinario! Yo no creía en Jesús resucitado. Pensaba que era un engaño. Y no me preocupaba de perseguir a cadáveres, sino a personas vivas, de carne y hueso. Pero él me hizo entender –algún tiempo después lo comprendí mucho más profundamente- que perseguir a un cristiano era perseguir a Cristo.
¿Tú has oído decir “ahora te caes tú del caballo”? La frase hace referencia a este suceso que yo viví, gracias al cual me di cuenta que Jesús de Nazaret era verdaderamente el Mesías, Hijo de Dios, Dios hecho hombre, que los judíos esperábamos y que mis corregionarios siguen esperando.
Tomado del libro: "San Pablo, Viajante por amor"; Paulinas-Venezuela.Colección Humanidad 4; P. Manuel Rodriguez Espejo, Sch. P.
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