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Pablo de Tarso. Hebreo irreprensible. (I entrega)

Pablo, perseguidor de Cristo.

¿Dónde estaba Pablo, cuándo fue alcanzado por el Señor Jesús?

Pablo no se avergüenza de su pasado, habla casi con vehemencia y afirma que la Palabra de Dios lo alcanzó mientras estaba en la plena posesión de los valores fundamentales conquistados a gran precio. (Hch 22,3; Hch 26,5; Fil 3, 5-6)

El Pablo que se jacta de su pasado, es el joven que vivió varios años en Jerusalén, “a los pies de Gamaliel”, discípulo del célebre Hillel, hombre abierto e iluminado. Es el Pablo que participó con entusiasmo al movimiento litúrgico, que tenía su centro en el templo, y que asistió repetidamente a las celebraciones de las fiestas, según los varios ritmos que la misma tenía.

El ambiente en que el joven Saulo creció influyó profundamente sobre su personalidad, le dio una impronta indeleble. Su origen de una familia de hebreos emigrados a Tarso y su pertenencia a la comunidad hebrea de la diáspora condicionaron su proceso formativo, pero al mismo tiempo ofrecieron al joven Saulo-Pablo la oportunidad que no tiene los hijos de los Hebreos palestinos. El conocimiento de la lengua griega y la apertura al mundo cultural helenista de una parte estimulan la búsqueda de la propia identidad y por otra favorecen el crecimiento humano y espiritual en una confrontación dialógica con un mundo diverso.

De su familia hereda el sentido de una fuerte identidad hebrea y de suciedad de origen recibe el impulso de buscar siempre nuevas fronteras.

En el “Pablo joven” entrevemos un hombre que, todo tomado por Dios, casi perdido apasionadamente en el misterio divino, trata de vivir las exigencias expresadas en la Ley, con toda la coherencia posible. Y de hecho lo logra.

Cuando encuentra al Señor, en el camino de Damasco, Pablo posee tradiciones, compromisos personales, celo, justicia, un conjunto de bienes que le son inmensamente queridos. Se jacta de esa realidad como de un “celoso tesoro” que defiende y promueve con todas las fuerzas. Es un “hebreo realizado” que proclama con orgullo las características de su personalidad.

Su lucha contra Cristo era motivada por una rígida educación judaica y farisaica, de un celo mal entendido de las “tradiciones paternas”.

El no vivía el evangelio de la gracia, sino la ley de la auto justificación que le hacía olvidar de ser pobre hombre, agraciado por Dios porque era muy amado por el.

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