Estos días, la Liturgia de la Palabra nos propone como texto para meditar el cántico del anciano Simeón, que puede ayudarnos en la consideración del don que supone la Navidad como encuentro con Jesús, el Hijo de María, el Salvador, cuando rezamos: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos…” El final del año deja gustar la caducidad, a la vez que nos permite saborear el tiempo de gracia, y la celebración del curso de los días como andadura que avanza hacia la meta del encuentro definitivo con Dios. Una de las experiencias más señaladas que he tenido esta Navidad, ha sido el diálogo con una religiosa de clausura, en una de mis visitas a los monasterios. En la conversación con la hermana comprendí que estaba ante un testimonio extraordinario de confianza y abandono en manos de Dios, a la vez que palpaba la fuerza y la luz que concede el don de la fe. Me decía la monja, que ante
Para Jóvenes de 8 a 100 años....