La esperanza es la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no se ve (por eso en la Biblia y en la experiencia cristiana está tan unida a su hermana la fe, que es la capacidad de caminar cuando no se ve, en la noche).
Pero la esperanza es no solo la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no se ve, sino que además es algo que no depende solo de nuestras propias fuerzas ni de nuestro empeño. Es algo que “se nos da”, “que llega”, no lo “hago venir” yo. Por eso la esperanza cristiana está tan unida también al “aguardar”, al “acoger”, al “recibir”. Y unida, por tanto, al “contemplar”, que es aguardar, acoger a Dios en la realidad.
Es verdad que el compromiso transformador de la realidad es una dimensión fundamental de la esperanza cristiana: la capacidad de comprometerse por hacer realidad aquello que se espera. No es una esperanza meramente pasiva, no espera de brazos cruzados. Es una esperanza que cree en la utopía y la trabaja. No sólo en la utopía que habita la historia de la humanidad de unos cielos y una tierra nueva (que también), sino que cree y trabaja la utopía que está encerrada en el corazón de cada persona, de mi realidad cotidiana, de mí misma/o.
Pero también es cierto que todo compromiso con cualquier realidad, para sostenerse, para durar, para ser auténtico compromiso ha de contar no sólo con mucha capacidad de utopía y de empeño. También, y como sostén de esa utopía y de ese empeño, ha de contar con la PACIENCIA porque en la vida hacemos muchas veces la experiencia del fracaso de nuestras expectativas, la frustración de nuestros mejores deseos, la resistencia de la realidad a pesar de los empeños y también nuestra propia fragilidad y la fragilidad de los que nos rodean.
En este tiempo de Adviento somos invitados a renovar nuestra esperanza creyente. Pero una esperanza que por ser humana, por encarnarse en lo humano, como Dios mismo, ha de contar con la fragilidad y la pequeñez, la pobreza nuestra, de los demás, de la realidad, y por eso ha de ser una esperanza que cultive la PACIENCIA. Entendida no como resignación sino como “tozuda constancia”, voluntad de permanecer con coraje y con ternura a pesar del fracaso.
• PACIENCIA también es saber dar su tiempo a las cosas. Saber que las cosas buenas necesitan tiempo y empeño, que nada crece sin tiempo y sin dedicación.
• PACIENCIA también como ternura, cuidado, mimo y esmero. Como “poner amor en las cosas”
la paciencia es una herramienta imprescindible en el proceso de la construcción personal.
“Sé paciente con todo lo que aún no está resuelto en tu corazón,
trata de amar tus propias dudas.
No busques respuestas que no se pueden dar
porque no serías capaz de soportarlas.
Lo importante es vivirlo todo:
vive ahora las preguntas.
Tal vez así, poco a poco,
sin darte cuenta, puedas algún día,
vivir las respuestas"
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