Ir al contenido principal

María, primicia de Salvación

El papel de María en el plan de salvación

Dios quiso que María estuviera presente en la historia de la salvación. Cuando envió a su Hijo al mundo, quiso que llegara a nosotros naciendo de una mujer (cf. Gálatas 4,4). De este modo, quiso que esta mujer, la primera que acogió a su Hijo, lo comunicara a toda la humanidad.

María se encuentra en el camino que va desde el Padre a la humanidad como madre que nos da a todos al Hijo Salvador. Se encuentra en el camino que tienen que recorrer los hombres para ir al Padre, por medio de Cristo en el Espíritu (cf. Efesios 2,18).

Cristo en María

Para comprender la presencia de María en el itinerario hacia el Padre, tenemos que reconocer con todas las Iglesias que Cristo es «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14, 6) y el único mediador entre Dios y los hombres (cf. 1Timoteo 2,5). «La misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia» (n. 60).

La mediación materna de María «es mediación en Cristo». María, quien también fue redimida por Cristo, es la primera de los creyentes, pues la gracia que le concedió Dios Padre al inicio de su existencia se debe a los «méritos de Jesucristo, Salvador del género humano», como afirma la bula «Ineffabilis Deus» de Pío IX (DS, 2803). Toda la cooperación de María en la salvación está fundada en la mediación de Cristo y está orientada esencialmente a hacer nuestro encuentro con Él más íntimo y profundo.

María en Cristo
María, no quiere atraer la atención sobre su persona. Quiere promover una mirada de fe y de esperanza en el Salvador que el Padre nos envió. María fue modelo de una mirada de fe y de esperanza sobre todo cuando, en la tempestad de la pasión del Hijo, conservó en el corazón una fe total en Él y en el Padre.

Cada generación de cristianos sigue escuchando el eco de las palabras dirigidas a los servidores durante el milagro de Caná: «Haced lo que él os diga» (Juan, 2, 5).

Si hacemos lo que nos dice Cristo, la humanidad entera podrá asumir un nuevo rostro, más evangélico y más auténticamente cristiano, y responder así a la aspiración más profunda de María.

Nuestra santidad consiste en hacer todo aquello que nos dice el Padre. Aquí está el valor de la vida de María: el cumplimiento de la voluntad divina.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

San Pablo. De Arabia a Damasco y de Jesusalén a Antioquía

De Arabia a Damasco: “Pablo se fue a Arabia. ¿Es la Arabia que actualmente conocemos? La palabra Arabia designaba en aquel entonces a todos los territorios situados al este del Jordán, estos territorios estaban sometidos a la autoridad romana. Allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina del cristianismo. Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Jesús y de su doctrina. De Jerusalén a Antioquía: Pablo decide ir a Jerusalén para conocer a Pedro. Imaginemos Pedro y Pablo de frente ¡Cuantas cosas hablarían! ¡Cómo sería la confrontación de sus experiencias y los deseos de Pablo de conocer mejor las palabras de Jesús de Nazareth! Llegó a Jerusalén y allá se puso tambié

Tener fe

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros. Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón.

EL QUE NO TRABAJA QUE NO COMA ...

«El que no quiera trabajar que no coma » (2 Tes 3,10), dice san Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga...», y mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz. El trabajo será también tu baluarte. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amor­tigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pe­cados del mundo con Cristo trabajador, creando gra­cia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud y comido vorazmente por ella. Así es como el trabajo cristiano,