Ir al contenido principal

Vitaminas para la Bondad

La madre que sí sabía

En cierta ocasión un hombre vino a nuestra casa y me dijo: "Aquí cerca hay una familia hindú con ocho hijos que llevan mucho tiempo sin probar bocado". Al oírlo tomé un puñado de arroz y salí a toda prisa para que pudieran comer aquella noche.

En los rostros de aquellos ocho niños vi dibujadas las huellas del hambre, como pocas veces las había visto. A pesar de ello, aquella madre tuvo el coraje de dividir el arroz en dos porciones iguales y salió con una.

Cuando estuvo de vuelta pregunté: "¿A dónde has ido? ¿Qué has hecho?" "¡También ellos tienen hambre!", contestó la señora.

Una familia de religión musulmana vivía en la casa de enfrente y tenía otros tantos hijos. Aquella madre sabía que también ellos tenían hambre. Me conmovió que ella fue generosa hasta el heroísmo de la privación.

¡Esto es algo realmente hermoso! ¡Eso es amor de verdad! Aquella mujer dio con dolor. ¡Tendrías que haber visto los rostros de aquellos pequeños!

Ellos comprendieron verdaderamente lo que su madre había hecho. El gesto de su madre les enseñó lo que es el amor auténtico.

Relato de la Madre Teresa de Calcuta

Fuente: Vitaminas diarías para el espíritu 2. Editorial Paulinas.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

San Pablo. De Arabia a Damasco y de Jesusalén a Antioquía

De Arabia a Damasco: “Pablo se fue a Arabia. ¿Es la Arabia que actualmente conocemos? La palabra Arabia designaba en aquel entonces a todos los territorios situados al este del Jordán, estos territorios estaban sometidos a la autoridad romana. Allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina del cristianismo. Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Jesús y de su doctrina. De Jerusalén a Antioquía: Pablo decide ir a Jerusalén para conocer a Pedro. Imaginemos Pedro y Pablo de frente ¡Cuantas cosas hablarían! ¡Cómo sería la confrontación de sus experiencias y los deseos de Pablo de conocer mejor las palabras de Jesús de Nazareth! Llegó a Jerusalén y allá se puso tambié

Tener fe

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros. Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón.

Recapitular las cosas en Cristo

El plan salvífico de Dios, "el misterio de su voluntad" (Ef 1, 9) con respecto a toda criatura, se expresa en la carta a los Efesios con un término característico: “recapitular" en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra (cf. Ef 1, 10). Cristo confiere un sentido unitario a todas las sílabas, las palabras y las obras de la creación y de la historia. El primero que captó y desarrolló de modo admirable este tema de la "recapitulación" fue san Ireneo, obispo de Lyon, gran Padre de la Iglesia del siglo II. Contra cualquier fragmentación de la historia de la salvación, contra cualquier separación entre la Alianza antigua y la nueva, contra cualquier dispersión de la revelación y de la acción divina, san Ireneo exalta al único Señor, Jesucristo, que en la Encarnación une en sí mismo toda la historia de la salvación, a la humanidad y a la creación entera: “Él, como rey eterno, recapitula en sí todas las cosas" (Adversus haereses III, 21, 9). Cri