En cierta ocasión un hombre vino a nuestra casa y me dijo: "Aquí cerca hay una familia hindú con ocho hijos que llevan mucho tiempo sin probar bocado". Al oírlo tomé un puñado de arroz y salí a toda prisa para que pudieran comer aquella noche.
En los rostros de aquellos ocho niños vi dibujadas las huellas del hambre, como pocas veces las había visto. A pesar de ello, aquella madre tuvo el coraje de dividir el arroz en dos porciones iguales y salió con una.
Cuando estuvo de vuelta pregunté: "¿A dónde has ido? ¿Qué has hecho?" "¡También ellos tienen hambre!", contestó la señora.
Una familia de religión musulmana vivía en la casa de enfrente y tenía otros tantos hijos. Aquella madre sabía que también ellos tenían hambre. Me conmovió que ella fue generosa hasta el heroísmo de la privación.
¡Esto es algo realmente hermoso! ¡Eso es amor de verdad! Aquella mujer dio con dolor. ¡Tendrías que haber visto los rostros de aquellos pequeños!
Ellos comprendieron verdaderamente lo que su madre había hecho. El gesto de su madre les enseñó lo que es el amor auténtico.
Relato de la Madre Teresa de Calcuta
Fuente: Vitaminas diarías para el espíritu 2. Editorial Paulinas.
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