Cada cosa que sucede en nuestra vida es un símbolo, una señal de Dios, una pista para nuestro camino.
Cuenta una antigua historia que en una cueva que estaba en un país lejano, construyeron unas celdas para colocar a unos prisioneros de ese lugar. En una de esas celdas vivió durante mucho tiempo un hombre que había cometido un crimen muy grave a los ojos de ese pueblo: Decía que podía hablar con Dios. Ese hombre tuvo que guardar ese secreto por mucho tiempo porque tenía una familia a la cual cuidar: Una esposa y tres hijos.
Un día su hijo menor enfermó y el hombre le presentó a Dios a su hijo y le dijo: Señor, yo creo en tí. He sido fiel a tus palabras, he estado contigo en las buenas y en las malas. Tu sabiduría es eterna...pongo en tus manos a mi hijo, haz lo que quieras. Enseguida Dios le respondió: Tú fe ha curado a tu hijo, puedes llevártelo. El hombre le contó a las personas del pueblo que Dios había curado a su hijo.
Los Jefes del pueblo enjuiciaron al hombre por haberse creído con ese don especial y fue condenado a morirse de hambre. Aquellos que intentaran ayudarle también correrían con la misma suerte.
Pasó todo un año enajenado del mundo; pero los ángeles se encargaban de alimentarlo. Un día comenzó a ocurrir algo curioso, cada vez que dibujaba un pez; éste se convertía en una cruz en el camino. El hombre de fe decidió a seguir las cruces hasta que consiguió un hueco y de esta forma escapó de la prisión y se pudo reunir con su familia.
Este hombre fue el último prisionero de esa cárcel pues las autoridades pensaban que estaba embrujada. Años después un ermitaño se fue a vivir en esas cuevas y descubrió que muchas piedras tenían dibujos de los peces, por tanto no creyó la historia. Por la noche una voz le dijo: Ya sé que no crees la historia, porque no ves los dibujos de las cruces sino de los peces. Cada hombre debe hacer de su vida un dibujo, una imagen agradable a Dios. El camino se le señalará...
El ermitaño comprendió la lección y dejó escrito sobre la piedra: Cada cosa que sucede en nuestra vida es una señal de Dios, es una pista para encontrar el camino. Sólo el hombre de fe sabe dónde y cuándo debe comenzar a realizar los dibujos de su propia existencia y así conseguir el camino que Dios le señale.
Para el Trabajo Personal y Grupal:
¿Existe alguna prisión en tu vida? ¿Qué necesitas para liberarte?
¿Qué estás dibujando con tu forma de vivir? ¿Qué quisieras dibujar?
¿Qué caminos señalan tus actos? ¿Otros podrían seguir tu camino? ¿Por qué?
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