Ir al contenido principal

5to domingo de cuaresma. La luz del Maestro

Todo ocurre cerca del Monte de los Olivos, aproximadamente a tres kilómetros de Jerusalén. La pequeña familia de Betania a menudo acoge a Jesús cansado y fatigado por los largos viajes para hacerlo reposar en el perfumado bálsamo de la amistad. Un profundo amor ligaba Jesús a Lázaro, a Marta y a María. Para ellos Jesús es el Maestro, el Amigo único, la Verdad siempre esperada, el Sentido mismo de la vida, y los hermanos de Betania son para él los discípulos amados, la familia íntima nacida del seno de la Palabra custodiada. En Betania Jesús se siente en su casa: escuchado, amado, acogido y recibido también cuando sus pasos se dirigen decididamente hacia Jerusalén.

Pero como en todas las cosas más bellas también llega el día de la oscuridad, del sufrimiento y de la muerte. La amistad está puesta a la prueba de la aflicción debido a la enfermedad y a la consiguiente desaparición de Lázaro, persona amada (Betania, Bēt-ʹanyā, en hebraico “casa de la aflicción”). Pero los afligidos serán consolados...

Aquí es justamente cuando Jesús revela el punto más alto de su identidad: «Yo soy la Resurrección» (del sustantivo greco anastasis que a su vez viene del verbo anistēmi: levantar, poner arriba, hacer salir, hacer resurgir). En la prueba y en el dolor todos estamos llamados a un éxodo sin retorno. Un salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, ya que sólo él puede sostener el corazón que llora. Marta sale de sus seguridades y va generosamente al encuentro del amor de su Señor; María vence las insuficientes consolaciones de los judíos que tratan en vano de entretenerla para responder rápidamente a la amada voz del Maestro; al final Lázaro, alcanzado por aquel grito que desgarran las tinieblas, sale fuera del sepulcro de la no-esperanza.

¿Cómo es que Jesús antes de ser el Resucitado se revela Resurrección. ¿Por qué esta última revelación le costará la vida? Jesús pone sobre la palabra “resurrección” el sigilo de su amor a fin de que con Marta, María y Lázaro pudiéramos también nosotros creer que, amándonos, él nos arranca del sepulcro del sin sentido, del vacío y de la desesperación. Amados por Jesús y como él, vivamos la resurrección de una vida-sin-fin ya aquí y ahora. Toda persona pasa de la muerte a la vida escuchando y viviendo la divina Palabra que genera en la cotidianidad la Betania de la eterna amistad donde cada uno puede escuchar la voz del Maestro que dice: “¡Te amo, tú no morirás!”.


Oración

Oh Padre, concédenos

un corazón abierto a la voz del Maestro

a fin de que en su amistad

nos haga testigos creíbles de la resurrección

que vence toda muerte y consuela todo dolor. Amén.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tener fe

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros. Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. ...

EL QUE NO TRABAJA QUE NO COMA ...

«El que no quiera trabajar que no coma » (2 Tes 3,10), dice san Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga...», y mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz. El trabajo será también tu baluarte. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amor­tigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pe­cados del mundo con Cristo trabajador, creando gra­cia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud y comido vorazmente por ella. Así es como el trabajo ...

Recapitular las cosas en Cristo

El plan salvífico de Dios, "el misterio de su voluntad" (Ef 1, 9) con respecto a toda criatura, se expresa en la carta a los Efesios con un término característico: “recapitular" en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra (cf. Ef 1, 10). Cristo confiere un sentido unitario a todas las sílabas, las palabras y las obras de la creación y de la historia. El primero que captó y desarrolló de modo admirable este tema de la "recapitulación" fue san Ireneo, obispo de Lyon, gran Padre de la Iglesia del siglo II. Contra cualquier fragmentación de la historia de la salvación, contra cualquier separación entre la Alianza antigua y la nueva, contra cualquier dispersión de la revelación y de la acción divina, san Ireneo exalta al único Señor, Jesucristo, que en la Encarnación une en sí mismo toda la historia de la salvación, a la humanidad y a la creación entera: “Él, como rey eterno, recapitula en sí todas las cosas" (Adversus haereses III, 21, 9). Cri...