
Este proceso tiene unas consecuencias importantes para el cristiano tales como:
Purificar la imagen y el lenguaje sobre Dios desde la conciencia de que nunca se es capaz de ofrecer una imagen del todo rica pues Dios no cabe en nuestro lenguaje y en nuestros conceptos. Nuestro creer no se dirige al enunciado sino al contenido de éste; pero hay que hacer un esfuerzo por adecuar ese enunciado para que sea comprensivo y significativo para el hombre de hoy con una inteligencia y un corazón secular, no religioso.


El replanteamiento del papel del hombre en la historia pues el cristiano ahora se convierte en alguien con un peso determinante y con una responsabilidad de conducir la historia hacia Dios. Se acabó la época triunfalista, pero no se puede pasar a otra de anonimato vergonzoso y privado. Se está llamado a recrear el mundo y también en su dimensión trascendente sin convertirse en manipuladores. Es un reto a la libertad y a la dignidad del hombre.
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