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LA INDECISIÓN.

Cuentan que aquella noche era especialmente fría en el desierto. Abdalá
montó su pequeña tienda de campaña, tan pequeña que apenas cabía él
acostado. Se despidió de su camello, llamado "Indecisión", acariciándole la
cabeza, pero dejándolo fuera, y se dispuso a pasar una noche tranquila y
reparadora. Apenas había conciliado el sueño cuando el camello lo llamó con voz suave, pero insistente. “Déjame meter la nariz en tu tienda, hace mucho frío y la tengo
completamente helada”. Abdalá, que era un hombre bueno, accedió a la
petición.

Pero ocurrió que en cuanto se durmió profundamente, el camello empujó un
poco y metió la cabeza completa. Como la tienda era tan pequeña, al hacer esto topó con la cabeza del hombre y lo corrió hasta que éste sacó los pies por el otro extremo. Adalá protestó, pero “Indecisión” le hizo ver que eso no era en realidad gran cosa.


Pasó poco tiempo para el camello metiera los hombros y empujara a su patrón
afuera, hasta las rodillas. Para hacer el cuento corto, “Indecisión” siguió
introduciéndose en la tienda, llenándola por completo y sacando a Abdalá
por el otro extremo, hasta que finalmente quedó completamente fuera.

¿Te suena esto conocido? ¿No te ha ocurrido alguna vez que al dejar entrar
un poco de indecisión ésta lo llenó todo, sacándote de las cosas buenas de
la vida?

Por ejemplo, le ocurre a los estudiantes cuando se están preparando para un
examen, pero frente al televisor dejan que indecisión les pida ver “un
poquito más”.

Y por supuesto le sucede a aquel que quiere bajar de peso, pero deja que el perverso camello le solicite “empezar después de…”. Sí, cuando dejamos a la indecisión meter la nariz en nuestra vida, no importa si un día somos amas de casa, empleados o ejecutivos de empresa, acabará por llenarla toda, y prácticamente sacarnos de ella.

Combate la INDECISION, pidiéndole a nuestro Buen Dios te conceda sabiduría,
para poder DECIDIR siempre lo mejor para tu vida.


“Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la
dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno.
(Santiago 1,5)

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