Todo el misterio de Cristo nos redime. Cada momento de la existencia terrena del Maestro ha de ser asimilado en nosotros, para que él reviva en el tiempo de la Iglesia; no estamos llamados simplemente a observar las enseñanzas evangélicas como un chino se conforma a los dichos de Confucio. Nuestra vida, desde el día del bautismo, ya es solamente mística: la vida terrenal que me ha sido donada es para que yo me abandone a los misterios de la vida de Jesús. Cuando sufro es Él quien sufre en mí; cuando me regocijo es Él quien goza; cuando me entrego, es Él quien se inmola; cuando soy pobre, es Él quien toma la condición de siervo; cuando estoy enfermo es Él quien lleva la cruz. Nuestra más alta vocación es llegar a ser, como escribió hace cuatro siglos J.-J. Olier, el "trono de cristal" de Dios: su belleza ahora se puede vislumbrar a través de la transparencia de nuestra existencia. Pero los estados de la vida de Jesús, que estamos llamados a hacer revivir en nosotros, pueden
Para Jóvenes de 8 a 100 años....